Cuando se tiene un
hijo con algún tipo de discapacidad, la familia casi siempre se siente
culpable. Lo que piensan es que su hijo “discapacitado” no tiene ninguna
posibilidad de adquirir habilidades que
le permitirán vivir a él y a la familia de una manera mejor o por el contrario
tienen expectativas muy altas sobre la rehabilitación de él, lo que los lleva a
esperar resultados que no se podrán alcanzar. En ambos casos estas familias
están sesgadas.
En el primer caso al pensar que no hay ninguna posibilidad de
rehabilitación, cuando si la hay, interfieren con el proceso terapéutico que se
ha adelantado en la fundación, ya que, cuando la persona con discapacidad va a
su hogar, allá consideran que no es
capaz de hacer nada por lo que le hacen todo y en el segundo caso como las familias
esperan tanto, creen que no se les esta atendiendo o brindando el mejor
servicio al discapacitado ya que no ven los resultados, lo que los hace
retirarlos de las fundaciones e ir de una en una esperando resultados que no se
lograran.
Esto puede ser consecuencia de una falta de buena comunicación entre
los rehabilitadores y el personal de salud con las familias, por lo que fijan
conceptos de discapacidad equívocos. Por lo tanto se reconoce una clara necesidad de implementar un medio por el cual se logre una adecuada comunicación para identificar las expectativas tanto de familiares como terapeutas respecto al paciente y así establecer de manera conjunta las potencialidades a desarrollar y el tipo de terapia a establecer según las caracteristicas individuales de cada paciente, permitiendo una mejor adeherencia y continuidad al manejo terapeutico.
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